La región del Valle del Mezquital ubicada en el Estado de Hidalgo en México, es considerada una de las más pobres del país. Su condición climática es difícil, sus fuentes acuíferas están gravemente contaminadas, el índice de emigración es cada vez más alto (más del 50% de la población en algunas comunidades) y el apoyo del gobierno es insuficiente.
Esta zona está habitada en su mayoría por población indígena de la cultura Hñähñü. Los altos índices de emigración, mayoritariamente masculina, inciden directamente en las estructuras familiares, sociales, culturales y rituales de estas comunidades. Es así como podemos encontrar comunidades como el Alberto, donde se encuentra la cooperativa de mujeres, Ya munts’i b’ehña (Mujeres reunidas), cuyos maridos han emigrado a Estados Unidos, pasando por la adaptación del régimen de usos y costumbres o el olvido su lengua –el hñähñü- que actualmente se encuentra en una situación crítica de peligro de extinción.
En medio de este contexto, queremos colaborar en esta región del centro de México, mediante la difusión de sus costumbres y promoviendo el aprendizaje de las labores y oficios que hacen parte de su identidad. Este proyecto intenta ser el sitio de encuentro en el que dialoguen el conocimiento sobre prácticas tradicionales que están quedando en desuso como la lengua, la interpretación de música y la danza tradicional, así como la difusión de procesos como la preparación de los platillos de la zona y la fabricación de objetos de uso cotidiano.
Los Hñähñü se integran a una sociedad de alto dominio económico y social. En el período posclásico tardío los mexicas les aplican una alta carga tributaria que les lleva a desarrollar un sistema de vida que les permite cumplir con esa exigencia económica en un medio semidesértico, como es la región del Valle del Mezquital. Como resultado nos encontramos una sociedad que establece dinámicas de aprovechamiento óptimo de los recursos disponibles que les permite subsistir como grupo.
A los hñähñüs se les conoce también como otomíes, término que proviene del náhuatl (otomiti y otomite) que en español significa muy valiente, muy bravo, salvaje. Aunque en el s. XVI se convirtió en signo de desprecio y sinónimo de tonto, torpe y peleonero.